martes, 11 de agosto de 2009

Reflexiones Sobre los Hechos de los Apóstoles Cap 7-B

La Tierra y la Parentela

“Y él dijo: Varones hermanos y padres, oíd: El Dios de la gloria apareció a nuestro padre Abraham, estando en Mesopotamia, antes que morase en Harán, y le dijo: Sal de tu tierra y de tu parentela, y ven a la tierra que yo te mostraré.

¿QUÉ SIGNIFICA DEJAR LA TIERRA?

El llamado de Abram, dejar su tierra, presuponía supeditar todo lo que su identidad terrenal entrañaba, (y que estaba configurado en su mismo nombre Abram: “padre enaltecido”) al más alto fin que Dios le había propuesto… ser una bendición a todas las naciones. Al llamarlo a salir de su pequeñez, que él consideraba grandeza y enaltecimiento, a cambio de una tierra que le iba a ser mostrada, una patria del Páter… celestial.

Cualquier jactancia o arrogancia que encontrara en sus raíces o logros terrenales debía quedarse atrás con su tierra.

Debía cambiar de nombre, de identidad, o más que cambiar, retomar la celestial que Dios había dado al ser humano desde un principio y que en el caso particular de Abraham se traducía como “padre de naciones” (Abraham). A veces Dios nos pide lo mismo a nivel persona, organización, proyecto, iglesia, misión… con el fin de depurar de arrogancia las iniciativas humanas…

Jua 3:30 Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe.” Dijo Juan el Bautista.

Al cambiar él, también su concepto de Dios se expandiría acercándose un poco más al verdadero. Recordamos que venía de Ur de los Caldeos, lo que es el actual Irak, (también Adán). Eran iraquíes los dos. Aquí cabe una buena pregunta para discusión en grupos pequeños: ¿le estaba pidiendo Dios que dejara lo iraquí para hacerse judío, o lo terrenal para hacerse celestial? ¿Lo estaba escogiendo para generar las razas árabe y judía, o quería Dios una simiente espiritual?

Aunque traía la tradición oral del linaje espiritual de donde provenía, no dejaban de afectarle la territorialidad del concepto de Dios que tenían muchas naciones a su alrededor empezando por la suya propia.

Nos referimos a naciones no sólo geográficas sino familias étnicas que fragmentadas por el pecado de Babel se quedaron seguramente con el concepto que Dios se circunscribía a ser Dios de los que hablaban su mismo idioma o tenían su misma idiosincrasia.

Por esa y seguramente muchas razones más era necesario que Abraham dejara su tierra, y con ella su territorialidad, sus apegos, formas y concepto del Dios territorial y étnico con que conocía a El Shaddai y se abriera a El Elyon (nombre Cananeo con el que Melquisedec conocía al Altísimo, y en el cual lo bendijo). Es decir al Dios universal, imparcial, celestial, no terrenal.

Aquí cabe alguna buena pregunta para un misionero y para un cristiano en general:

¿Qué pasa si un misionero deja su tierra, pero no su territorialidad? ¿Qué tipo de iglesia va a tratar de plantar?

¿Qué pasa si ya en el campo misionero se empieza a interesar más en establecer su territorio, su cultura, su metodología, su manera de hacer las cosas, su bandera, su raza, su clase, su círculo, su género, su iglesia, su organización…más que el reino de Dios?

¿Qué va a hacer aquél cristiano que lo único que conoce del cristianismo es la forma como en su iglesia hacen el rito, pero no distingue la esencia y menos la puede traducir a otras formas adecuadas a la cultura a donde va? Es decir que si le cambian la forma de hacer las cosas a él se le acaba su cristianismo, por eso las va a defender hasta la muerte.

¿En qué redundará aquella misión?

De alguna manera Abraham reconoció la superioridad del sacerdocio de Melquisedec puesto que recibió su bendición en el Nombre que él no conocía, pero sí identificaba como verdadero. Ese nombre preservaba el contenido, aunque variaba la forma, del Dios de sus antepasados.

Aunque no estaba en su idioma, era el mismo que lo había llamado a salir de su fragmentación y recuperar la universalidad inicial intrínseca en el linaje celestial de la simiente prometida, que compartía con Melquisedec, aunque no eran de la misma raza física. Esta unidad que también estaba implícita en la creación del ser humano inicial hecho a imagen y semejanza del Dios plural y social (Elohim) que vive en unidad y que dijo: "Hagamos [4] a la humanidad a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza” Gen 1:26

Abram come gustoso de ese pan y bebe de ese vino y ofrece a Dios los diezmos de todo a través de ese cananeo que era Melquisedec, que no venía de sus lomos, y que no sólo era escogido sino “sacerdote del Dios Altísimo”.

Melquisedec no le llamaba a Dios como Abram le llamaba, no tenía antecesores ni linaje que lo avalara ni del cual jactarse en esta tierra, no era de la raza física de Abram, pues cuando Abraham llegó de misionero, Melquisedec ya estaba allí esperándolo para bendecirlo con un conocimiento mayor y universal de Dios que le hacía tanta falta a Abraham para entender la misión.

Melquisedec no venía de Sem como Abraham, o al menos no se sabe, pero lo que sí se sabe es que era tan importante a los ojos de Dios, que escogió que Cristo fuera sacerdote según su orden.

Abraham recibió mucho más que lo que dio, pues recuperó lo que la humanidad perdió en el Edén, en el diluvio, y en Babel: la unidad con Dios y con el “otro hijo que también es hijo de Dios, escogido por Dios, sacerdote de Dios, pero que conoce a Dios con otro nombre y “no viene a nuestro grupo, ni desciende de nuestro linaje, que es tan diferente que yo, que hasta pudiera confundirlo con el enemigo, pero su pan y su vino es maravilloso, sabe a cielo, como si hubiera estado con Dios”. ¿Qué va hacer Abraham habiendo salido de su tierra con todo lo que esto implica y lo que le costó, va a pelear ahora por la tierra prometida en el sentido físico o va a esperar algo mejor?

Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba. Por la fe habitó como extranjero en la tierra prometida como en tierra ajena, morando en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa; porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios. Por la fe también la misma Sara, siendo estéril, recibió fuerza para concebir; y dio a luz aun fuera del tiempo de la edad, porque creyó que era fiel quien lo había prometido. Por lo cual también, de uno, y ése ya casi muerto, salieron como las estrellas del cielo en multitud, y como la arena innumerable que está a la orilla del mar. Conforme a la fe murieron todos éstos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra. Porque los que esto dicen, claramente dan a entender que buscan una patria; pues si hubiesen estado pensando en aquella de donde salieron, ciertamente tenían tiempo de volver. Pero anhelaban una mejor, esto es, celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos; porque les ha preparado una ciudad. (Hebreos 11:8-16)

PERO EL PROCESO FUE DIFÍCIL: LA PARENTELA LO SIGUIÓ:

  • Su padre terrenal “Taré” que significa “retardo, demora”, largos años.
  • Su Sobrino Lot, que curiosamente significa “velo , cubierta” quién le causó los problemas que ya mencionamos, y llevar el velo puesto en la Escritura tiene muchas implicaciones como la siguiente:

2Co 3:14 Pero el entendimiento de ellos se embotó; porque hasta el día de hoy, cuando leen el antiguo pacto, les queda el mismo velo no descubierto, el cual por Cristo es quitado.

  • Su esposa Sarai que significa “dominante”. Y cómo les causó daño someterse a ese dominio, como cuando se le ocurrió a Sarai que tal vez Dios no podría darle un hijo porque decía: “Ya ves que Jehová me ha hecho estéril; te ruego, pues, que te llegues a mi sierva; quizá tendré hijos de ella. Y atendió Abram al ruego de Sarai. “

Las implicaciones de esa incredulidad de ambos tienen consecuencias hasta el día de hoy en el acontecer mundial.

Hasta que Abraham tenía 99 ocurrió el milagro: Abram dejó lo enaltecido (eso significa Abram) y Sarai lo dominante, y hasta entonces pudieron tener un fruto espiritual, un hijo espiritual. “Isaac” que significa “risa”. Digamos que allí apenas empezó la misión verdadera a dar frutos. Allí empezó la risa y la alegría. Por cierto puede ser también la solución a cantidad de problemas matrimoniales actuales. También saliendo el machismo y el feminismo de la casa y de la iglesia, del país y del mundo entra el Cristianismo.

Gen 17:5 Y no se llamará más tu nombre Abram, sino que será tu nombre Abraham, porque te he puesto por padre de muchedumbre de gentes.

Gén 17:15 Dijo también Dios a Abraham: A Sarai tu mujer no la llamarás Sarai, mas Sara será su nombre. “Princesa”

Gén 17:16 Y la bendeciré, y también te daré de ella hijo; sí, la bendeciré, y vendrá a ser “madre de naciones”; reyes de pueblos vendrán de ella.

Tal vez pensaríamos que ya quedaron listos los misioneros Abraham y Sara para la obra del Señor, pero no… la tierra y la parentela se extienden mucho más allá. En su caso no sólo tuvieron que renunciar a Ismael, su primogénito según lo natural, y según sus planes, sino también a Isaac a quién habían esperado tantos años, y que de hecho había venido directamente por promesa y palabra de Dios…Hubo que entregárselo para que permaneciera la perspectiva correcta en la vida de ellos: que Isaac era hijo de Dios más que de ellos (hijo de la promesa) y que Dios tenía sus propios planes para la vida de él.

¿Qué van a hacer Abraham y Sara?

¿Trazarán ellos mismos la vida de su hijo para dejar en la tierra algún recuerdo de ellos, o permitirán que Dios haga su voluntad enteramente en él aunque ellos sean olvidados?

Pues ellos están dispuestos a que se termine la vida de su hijo según la carne y con él sus esperanzas en esta tierra, a cambio de que Dios haga su voluntad que en este momento parece no tener ningún sentido. Sabiendo cómo es Dios pueden confiar que algo bueno seguramente está planeando a través de todo este asunto tan difícil de entender.

Y sí, entregan los dos al hijo y reciben millones de ellos en todas las naciones de la tierra. Así de bueno es Dios que multiplica todo lo que le entregamos.

¡No! Ese hombre no ha de ser tu heredero le contestó el Señor. Tu heredero será tu propio hijo. Luego el Señor lo llevó afuera y le dijo:

Mira hacia el cielo y cuenta las estrellas, a ver si puedes. ¡Así de numerosa será tu descendencia! Abram creyó al Señor, y el Señor lo reconoció a él como justo. (Génesis 15:4-7)

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