jueves, 29 de abril de 2010

¿Cómo Descendimos de Personas a simples Contactos?

 


 


¿COMO DESCENDIMOS DE PERSONAS A SIMPLES CONTACTOS?


Puede entenderse que la empresa busque tener más contactos para lograr más utilidades. Es decir que la gente le sirve para sus propósitos. En este caso son más altos de valor los propósitos que la gente. Tendrá éxito momentáneo, pero si no se equilibran sus prioridades aunque sea una empresa solamente, fracasará a largo plazo.


Pero ¿qué pasa cuando esta mentalidad ha invadido a las relaciones humanas dentro de la iglesia?


¿Qué sucede cuando la gente es vista como objeto para lograr los “nobles y espirituales” propósitos de las organizaciones, las visiones o misiones de las asociaciones misioneras, y no es honrada como persona, como ente pensante con características y llamado único, como piedra viva que completa el edificio de Dios y no piedra del montón para mi colección o simplemente como un contacto más para el plan de alguien más?


¿Qué pasa cuando ya no intereso como persona sino sólo como contacto, como número, como objeto usable para los fines de alguien más? ¿Qué va a ser de mi autoestima si no me sé cuidar? ¿Qué irá a suceder con las personas a quiénes logre “reclutar y evangelizar” dicha organización en el extranjero, habrá probabilidades de que sean también tratadas como menos que personas dadas las evidencias?


Por muy nobles y alineados que estén los planes de tal grupo de gente u organización cristiana será difícil que logre contribuir a la misión de Dios utilizando métodos anti-Dios.


Por eso decimos que es más fácil hacer misiones que ser misionero. Es más fácil ir que ser discípulo, es más fácil ir al templo que ser el templo del Espíritu Santo. La Geografía exige mucho menos que la espiritualidad. Por eso el énfasis actual en lo externo y no en lo interno de la misión está causando tanto problema. Es más fácil ir al África que aceptar como igual al africano que habita nuestras costas desde tiempos inmemoriales, es más fácil ir al pueblito indígena que aceptar como igual al indígena que vino de su pueblito. Es más fácil hacer prosélitos de mi organización que discípulos de Cristo pues el primero que tendría que cambiar sería yo.


Y nosotros, ¿queremos más contactos, o mejores relaciones con las personas?


Seguido recibo cartas impersonales de amigos que de alguna manera ya no quieren serlo, prefieren tratarme: “en plural”, sin usar mi nombre, sin ser directos, ignorando los puntos preguntados o tratados, o sencillamente no contestar mis comunicaciones y yo me pregunto: si entre los que nos jactamos de conocer al Dios que es personal nos tratamos así, ¿qué esperanza queda para el mundo? Y eso que no solo somos cristianos, sino misioneros. Si lo que llamamos iglesia o misión está ya convertida en una empresa utilitaria, ocupada ya más de sus propios planes que de valorar a los hijos, debíamos preguntarnos si no dejaríamos a Dios afuera, pues creo que es a la iglesia a las que van dirigidas estas palabras: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta,  entraré a él,  y cenaré con él,  y él conmigo”. (Ap 3:20)  Selah


Alvaro Fernández S.miércoles,                              28 de abril de 2010                        alvaro@misiones.me